El sentido de pertenencia es un concepto sociológico que se refiere a la satisfacción de las personas por ser integrantes de un determinado grupo. Como seres sociales, todos pertenecemos a diferentes grupos -voluntaria o involuntariamente-con los que identificarnos y reivindicar sus valores y costumbres. Desde nuestra familia hasta nuestro país, pasando por el partido político afín, la empresa para la que trabajamos o nuestro equipo deportivo favorito. Nadie se escapa de pertenecer a grupos.
La pertenencia futbolística, en España, llega a convertirse en signo de identidad hasta límites excepcionales. La pasión por este deporte en nuestro país es incluso demente: tus compañeros de trabajo no saben cómo se llama tu mujer pero sí saben si eres del Madrid o del Atleti o del Barça o del Betis pero antimadridista. Y gracias a este frenesí futbolero nos unimos o nos enfrentamos o cantamos o lloramos o reímos y, sobre todo, nos enorgullecemos.
Desde pequeña mi padre intentó que fuera del Barça y antimadridista, como él, y yo, que ante todo fui siempre rebelde sin causa, me hice del Real Madrid por llevarle la contraria. Pero tamaño disgusto solo duró hasta la temporada 1999/2000: El Deportivo de La Coruña ganó la liga y a mí me encantó que un equipo pequeño callase la boca de los grandes. Además, el Real Madrid ganó su octava Champions ante el Valencia y acabé hastiada de la prepotencia merengue y el supertópico del «mejor club del mundo».
Los equipos de fútbol son mucho más que su palmarés, su afición o su presupuesto: son los valores que transmiten y con los que identificamos nuestro sentido de pertenencia. Así que estaba claro, yo no podía ser madridista. Estuve a punto de hacerme del Atlético de Madrid, pero el asesinato de Aitor Zabaleta la temporada anterior me había dejado mal sabor de boca y acabé haciéndome del Rayo Vallecano. Siempre me había caído simpático, y aunque el Rayito no era de mucho ganar yo solo buscaba un equipo con el enorgullecer mi sentido de pertenencia. Y acerté.
Me enorgullece que el Rayo Vallecano siempre haya apostado por el fútbol femenino. Me enorgullece que hace unos meses el presidente del club dijera que no había presupuesto para las chicas y la afición se le echase encima. Me enorgullece que en 2012 se declarase una huelga general y la plantilla decidiera secundarla. Me enorgullece que los socios no se sintieran identificados con el nombre del estadio (antes Teresa Rivero, actualmente Estadio de Vallecas) y decidieran votar para cambiarlo. Y me enorgullece sobre manera que el equipo decida pagar el alquiler a una mujer de 85 años que ha sido desahuciada. Repito: ayer desahuciaron a una anciana en Vallecas y el club (jugadores y cuerpo técnico) se va a hacer cargo de su alquiler a partir de ahora.
Según estoy escribiendo me caen, literalmente, lágrimas por la mejilla. Me parece un gesto grandioso, es una noticia que me emociona de una forma descomunal, tanto que me hace llorar. De verdad, siento un orgullo infinito por ser del Rayo Vallecano, y si la española es la mejor liga del mundo es por cosas como ésta. Los títulos y los trofeos para quien le importen, mi sentido de pertenencia se explica con valores y principios. ¡Aúpa Rayo!