El ébola es una enfermedad infecciosa viral aguda que produce fiebre hemorrágica severa y se caracteriza por tener una tasa de mortalidad de entre el 50% y el 95%. Los síntomas son fiebre alta, debilidad física y dolor de músculos, cabeza y garganta, vómitos, diarreas, disfunción hepática y renal, erupciones cutáneas y hemorragias externas e internas. La forma de contagiarse es a través del contacto directo con las secreciones del enfermo; es decir, sangre, saliva, semen, heces u orina. Cabe destacar que, actualmente, el virus del ébola no tiene cura y todos los tratamientos que se están aplicando a pacientes infectados son experimentales.
El brote de ébola comenzó a extenderse en Guinea a finales de 2013, y hasta verano de 2014 solo afectaba a países del África occidental (Liberia, Sierra Leona y Nigeria). Supongo que la propagación del virus a países desarrollados se consideraba tan improbable que hasta políticos de talla mundial, como el ultraderechista francés Jean Marie Le Pen -fundador del Frente Nacional, actualmente segunda fuerza política en Francia-, se permitían bromear respecto al tema: «el señor Ébola puede solucionar el problema de la inmigración en tres meses». Pero llegó el otoño, aparecieron casos de ébola en Estados Unidos y España y la alarma sanitaria se ha disparado.
Cabe destacar que no es lo mismo repatriar a un enfermo de ébola a que el virus se propague dentro de nuestras fronteras, por lo que la Comisión Europea ha pedido a España explicaciones que aclaren las circunstancias en las que una auxiliar de enfermería del Carlos III ha contraído el virus, ya que Bruselas estima que los hospitales europeos deben estar «altamente equipados» para proteger a su personal. Lo bueno es que nuestro Gobierno está formado por un partido político experto en manejar situaciones de crisis y depurar responsabilidades políticas cuando no se toman las decisiones acertadas (véase atentados del 11-M, Prestige, accidentes de Santiago o del metro de Valencia, Madrid Arena o Yak 42, por poner algunos ejemplos).
El ébola en España
El comienzo del ébola en España vino de la mano de Miguel Pajares, un misionero español contagiado en Liberia que fue repatriado el pasado 6 de agosto. Para acoger al paciente, el Ministerio de Sanidad decidió acondicionar el hospital Carlos III, dependiente del hospital La Paz. Eso significó trasladar a los enfermos a La Paz (en muchos casos sin avisar a los familiares con una antelación razonable) o anticiparles el alta (¿hasta qué punto es beneficioso para un enfermo mandarlo a casa varios días antes de lo previsto por causas ajenas al propio enfermo?). Miguel Pajares falleció seis días después, tras lo cual el Carlos III reabrió con normalidad su servicio de consultas externas.
Un dato importante respecto al hospital Carlos III es que, hasta 2013, era un hospital de referencia en el tratamiento de enfermedades altamente infecto-contagiosas. Sin embargo, el Gobierno de la Comunidad de Madrid -capitaneado por Ignacio González, del Partido Popular- decidió meter la tijera, que dejase de estar especializado en pandemias y externalizar sus servicios a La Paz, hospital al que fue adscrito el Carlos III y que no contaba con las instalaciones necesarias para este tipo de enfermedades, según la OMS. Días después de la muerte de Miguel Pajares, la «marea blanca» pidió el reacondicionamiento del Carlos III para tener un hospital realmente equipado ante un posible brote de ébola, pero este reclamo no fue considerado hasta pasado un mes, momento en que fue repatriado Manuel García Viejo -otro religioso portador del virus que moriría días después. Pese a todo, el hospital no se evacuó para este segundo caso, ya que la sexta planta estaba sellada desde que se trató a Miguel Pajares, el primer infectado.
Las redes sociales y los debates se incendiaron respecto a la decisión de repatriar a dos misioneros infectados por el ébola, el coste que supusieron sendas repatriaciones, la idoneidad de traer a España a personas contagiadas de un virus sin cura y el acondicionamiento real del Carlos III para acoger, tras su desmantelamiento, a enfermos altamente contagiosos. Pero llegó octubre y la polémica respecto al ébola dio un giro inesperado: una auxiliar de enfermería que atendió a los dos curas ha desarrollado el virus. No es lo mismo traer gente contagiada a que la gente se contagie dentro de territorio español, y es en este punto donde hay que empezar a hablar de recortes y de responsabilidades.
– Tres meses antes de la repatriación de los misioneros infectados de ébola, en mayo, sindicatos y profesionales alertaban de que «Madrid no estaba lista para una alerta sanitaria», ya que la externalización del Carlos III había supuesto que ya no existía ningún hospital de referencia para el tratamiento de enfermedades infecciosas, porque éste ya no contaba con habitaciones con aislamiento de presión negativa.
– Según han denunciado los profesionales del Carlos III, los trajes con los que se atendieron a los misioneros no cumplían con la normativa. Por lo visto, el protocolo exige que la indumentaria sea nivel 4 (totalmente impermeable y con respiración autónoma), pero el atavío empleado por el personal era tan solo de nivel 2 (sin respiración autónoma y con guantes de látex ajustados con cinta adhesiva).
– Tras cuatro días de la repatriación del primer misionero, un enfermero del Carlos III denunció en un blog los riesgos a los que estaba sometido el personal sanitario en su día a día. En el post, titulado «Carta de un enfermero. Existe un riesgo mayor que el ébola y está tras el cristal«, el profesional acusó al Ministerio de Sanidad de haber cambiado los protocolos para que éstos se adaptaran a las deficiencias que presentaba el hospital, y protestaba porque los protocolos -independientemente de haber sido modificados o no- «NO fueron entregados al personal para su conocimiento».
– La mujer contagiada fue trasladada al hospital de Alcorcón en una ambulancia convencional, y una vez allí se activó el protocolo por posible caso de ébola. De momento, el hospital no sabe aún cómo limpiar la zona donde estuvo ingresada y se están vigilando a los 22 sanitarios que tuvieron contacto con ella en Alcorcón y a otros 30 del Carlos III. Además, otras tres personas (el marido de la mujer infectada, un nigeriano y una enfermera) se encuentran aisladas por posible contagio.
Cuando un Gobierno decide recortar en sanidad y eliminar un hospital de referencia en enfermedades altamente contagiosas, es indudable que asume responsabilidades. Cuando un Gobierno decide traer a España a dos personas infectadas por un virus letal que no tiene cura, es indudable que asume responsabilidades. Cuando un Gobierno no adecúa los protocolos de prevención y tratamiento del ébola, poniendo en riesgo la vida del personal sanitario y, por ende, la salud pública, es indudable que asume responsabilidades. Solo el tiempo nos dirá la dimensión que alcanzará este brote de ébola, y solo el tiempo nos dirá sobre quién recaerán las responsabilidades. Ana Mato, de momento, elude hablar sobre dimisiones.
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